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“Espero que mi hijo no sea Papa”: habla la madre de uno de los favoritos para suceder a Francisco

Pierbattista Pizzaballa, actual patriarca latino de Jerusalén y franciscano, tiene una fuerte conexión con Argentina: fue ordenado obispo en 2016 por el cardenal argentino Leonardo Sandri y creado cardenal en 2023 por Francisco. Es pariente del legendario arquero del Atalanta, primo de su padre.

El 16 de octubre de 2023 se ofreció voluntariamente como rehén a Hamas a cambio de la liberación de los rehenes israelíes en su poder.

Nos encontramos en Castel Liteggio, un pueblo diminuto, una fracción de Cologno al Serio, en la provincia de Bérgamo, a 30 km de Milán. Solo hay campos agrícolas, unas pocas casas y una antigua fortaleza en ruinas que data del siglo XV. Un pueblo fantasma. Aquí nació Pierbattista el 21 de abril de 1965; cumplió 60 años el mismo día en que murió el Papa Francisco.

Maria Taddini, su madre, lloró ese día tanto por la pena de la pérdida, como por la preocupación por el futuro de su hijo. Desde hace años le dicen que el próximo Papa será Pierbattista.

¿Cómo está viviendo este momento como madre de un cardenal que en una semana entrará en el cónclave?

—¡Yo espero que no se convierta en Papa! Porque así es libre de venir a casa a verme también a mí. Lo extraño, yo no puedo ir a visitarlo, ya tengo una edad (90 años), pero él, siendo joven, podría venir a verme de vez en cuando.

¿Hace cuánto que no ve a su hijo?

—Lo veo más en los diarios… Lo vi antes de Navidad y luego no lo vi más. Nos comunicamos, pero en estos días no. Me saludó antes de partir hacia Roma y me dijo: “Mamá, estate serena. Si pasa algo te lo haré saber yo. Vos tranquila”. Y aquí estoy, tranquila, esperando novedades.

Pero usted no quiere que lo elijan Papa, ¿verdad?

—No, yo acepto lo que Dios quiera, pero ¡mi corazón a veces se rebela! Si está libre, al menos en mis últimos días podría venir a visitarme. No es que tenga la vida por delante… pero me gustaría que viniera de vez en cuando a casa.

Si lo eligieran Papa, ¿usted podría ir a visitarlo al Vaticano?

—Eh, ¿pero cómo hago yo para ir?

¿Cuando Pierbattista era joven ya mostraba su fe, o fue algo que surgió después?

—Mire, siempre estuvo en ese camino, incluso de niño. Tanto que mi padre decía: “Este se va temprano de casa”… ¡y así fue! Se fue a los seis años, en primer grado, y no volvió más. Era curioso por todo, me preguntaba qué era una cosa u otra, y yo le decía que no podía responderle en ese momento porque teníamos que trabajar para el abuelo. Pero él no se olvidaba, y al final tenía que responderle. Le interesaba la iglesia, San Francisco, todos los santos que él conocía, tenía que conocerlos yo también.

¿Por qué se fue de casa a los seis años?

—Uno de mis tres hijos nació prematuro y tuve que mandarlo con los frailes a Rímini porque los médicos decían que necesitaba aire de mar. Yo no podía dejar a los otros dos. Pierbattista fue a visitarlo y se enamoró de la vida con los franciscanos. No volvió más a casa. Luego fue consagrado en Bolonia.

¿Usted estaba contenta con que su hijo se hiciera fraile?

—Yo crecí sin madre, era la última de siete hermanos, y me propuse que, si formaba una familia, mis hijos harían lo que desearan. Hagan lo que quieran, libres, pero bajo control.

¿Qué decía su esposo, el padre de Pierbattista?

—Mi marido salía de casa a las seis de la mañana y volvía a las nueve de la noche. ¡Trabajaba en una fábrica metalúrgica!

¿Son una familia muy religiosa?

—Del lado de mi madre, aunque la conocí poco porque murió cuando yo tenía seis años, hay muchas personas consagradas. Un sacerdote que murió en la guerra, cuatro parientes religiosos aún vivos.

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