Murió la primera paciente en Latinoamérica en recibir un corazón artificial
El Hospital Internacional de Colombia (HIC) y su Instituto Cardiovascular se unieron al dolor de la familia y amigos de Cielo González, quien hace una década se convirtió en la primera persona en Latinoamérica en recibir un corazón artificial.
La noticia de su fallecimiento, ocurrido en su vivienda en Floridablanca, ha conmocionado a la comunidad médica y a todos aquellos que la conocieron y siguieron su historia de vida.
Cielo González no solo fue una pionera en la medicina, sino que su vida se convirtió en una historia de esperanza y fortaleza para muchas personas que atraviesan graves problemas de salud.
Hace diez años, su nombre resonó en los medios de comunicación y en los pasillos de los hospitales, cuando se supo que sería la primera persona en Latinoamérica en recibir un corazón artificial, un dispositivo que le daría una nueva oportunidad de vida frente a una enfermedad cardíaca terminal.
Su condición había sido crítica, ya que sufría de una insuficiencia cardíaca severa, una enfermedad que había deteriorado de manera progresiva la función de su corazón, dejándola sin muchas alternativas.
Sin embargo, después de agotar los tratamientos convencionales, el equipo médico del HIC decidió optar por una intervención innovadora y de altísimo riesgo: un implante de corazón artificial.
El procedimiento, que requería una precisión quirúrgica extrema y un seguimiento médico continuo, fue exitoso marcando un antes y un después en su vida y en la historia de la medicina latinoamericana.
¿Por qué falleció la primera paciente en Latinoamérica en recibir un corazón artificial?
En los últimos meses no fueron fáciles para Cielo, pues lo que comenzó como una leve infección fue deteriorando rápidamente su estado de salud.
A pesar de los intensos cuidados y los esfuerzos médicos, su cuerpo no pudo superar las complicaciones que, inevitablemente, afectaron el funcionamiento de su sistema inmunológico y su corazón artificial.
Los médicos que la trataron explicaron que, aunque el dispositivo le había proporcionado una vida más larga y de mejor calidad, su cuerpo había quedado vulnerable a infecciones graves, un riesgo inherente a este tipo de intervenciones.