Comunidad LGTBQ de Tailandia exige más igualdad y democracia
Con su vestido negro, joyas de plata y colorido maquillaje, la drag queen «Masala la audaz» lanza por el micrófono un intenso llamado en favor de la igualdad de género, símbolo de una comunidad LGTBQ cada vez más visible en las manifestaciones prodemocracia de Tailandia.
Cerca de tres horas de maquillaje son necesarias para que Siraphob Attohi, estudiante en una escuela de Bangkok, se meta en la piel de su personaje, Masala.
Este verano boreal, con una decenas de amigos drag queens y activistas feministas lanzó el grupo «Free Gender TH» (Libertad de género, Tailandia) en la estela del movimiento de la juventud contra los poderes fácticos monárquicos del país.
«Si no podemos obtener una verdadera democracia, los derechos de la comunidad LGBTQ no podrán existir» declara a la AFP este joven de 21 años.
Los miembros de este grupo, portando coloridas pelucas y atuendos, y llevando banderas con los colores del arco iris, se distinguen del resto de los manifestantes, a menudo vestidos de negro.
Pero su objetivo, lejos de ser únicamente artístico, es ante todo político.
Nuestra comunidad «no tiene los mismos derechos» subraya Angele Anang, eminente drag queen transgénero, «nuestra principal reivindicación es la legalización del matrimonio homosexual», basado en el modelo de Taiwán, donde fue autorizado el año pasado. «Es la clave para acabar con las desigualdades».
Discriminación
Respecto a otros países, Tailandia se ha creado una reputación de tolerancia en lo referente a la diversidad sexual y los transgéneros tienen una gran notoriedad en el reino.
Aparecen en publicidades, películas, en portadas de revistas, e incluso tienen su propio concurso de belleza, Miss Tiffany, seguido por millones de telespectadores.
Pero detrás de esta aparente integración, existe una realidad más sombría pues son a menudo rechazados por su familia, víctimas de discriminación en el trabajo y relegados a profesiones mal pagadas o encajonadas en la industria del sexo.
«Se nos considera como productos. Se hace de nosotros un estereotipo y no somos realmente aceptados» se lamenta Siraphob Attohi.
La comunidad LGBTQ apoya las reivindicaciones de los manifestantes: dimisión del primer ministro Prayut Chan-O-Cha, una reforma de la Constitución, considerada demasiado favorable al ejército, y de la propia monarquía, un tema que era considerado tabú en el país hasta hace pocos años.
«Reformar la realeza significa que vamos a deshacernos del sistema de clases y de jerarquía aristocrática, por lo que todo el mundo, incluidos nosotros, estará en un pie de igualdad», estima la activista transgénero, Sitthinon Songsiri, llamada «Faison».
Licenciada por la Universidad Thammasat – uno de los bastiones de la revuelta juvenil– esta joven de 25 años cree en el rol preeminente que desempeña la comunidad LGBTQ en este momento histórico que vive el país.
Tailandia ha conocido 12 golpes de Estado desde la abolición de la monarquía absoluta en 1932, y es un país que padece violencias políticas y sangrientas represiones.
«Nosotras hacemos que las manifestaciones sean más ligeras, más divertidas y menos estresantes» dice la joven.
Igual que muchos otros activistas desde el inicio de las revueltas, la joven ha sido encausada por «sedición» –crimen castigado con hasta siete años de prisión–, una espada de Damocles que no le impide proseguir su combate.
«No se fijen solamente en nuestro maquillaje, nuestras pelucas o nuestros vestidos, escuchen también lo que tenemos que decir» pide la joven.
AFP