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5 de julio de 1811: Día de la ruptura definitiva

Este cinco de julio se celebra un día no solo fundamental en el destino de Venezuela, sino en el de la América , al firmarse una declaración en el que se reafirmó la soberanía de un pueblo.

De la efemérides del 19 de abril de 1810 hay una corta distancia en tiempo, pero una grande respecto al proyecto republicano a partir del cual crecimos como nación: lapso para deliberar y para vislumbrar los retos que se avecinarían con noches oscuras, mártires ofrendando su vida, y la traición a la vuelta de la esquina.

Años de diferenciación entre los españoles de tierras ultramarinas y de los “indianos” se define como divorcio definitivo un 5 de julio, una grieta que comenzó a abrirse el 19 de abril. Por otra parte el clima global entre monarquías no era nada amigable, menos con la palabra revolución cruzando por doquier.

Como muchos historiadores indican lo que comenzó como un gesto popular antinapoleonico, con mantuanos en los entretelones, para 2010, con un primer intento de gobierno propio, que se lanza a la discusión interna, y al tiempo establece contactos internacionales a alto nivel, terminaría en radical rebeldía.

El paréntesis de un poco más de un año tendría a un Miranda exponiendo abiertamente su viejo sueño de una América totalmente independiente desde Inglaterra, quien por invitación de Bolívar, también con sus personales anhelos de libertad, regresan al país, a replantear la Junta Conservadora de Don Fernando VII, para entrar de lleno a un proyecto auténticamente republicano.

Esa eclosión de ideas y visiones terminaría convertida en el Acta de Independencia, en la que se establece que ya no somos españoles, ni súbditos de su rey o de quien su trono usurpara, sino que somos venezolanos, o en otras palabras, nace Venezuela.

Con un Miranda visto con desagrado por los conservadores pues todavía se le recuerda por sus dos intentos de invasión, y un Bolívar inspirado, nace la sociedad patriótica con ideas abiertamente confrontadas con la que rindiendo lealtad al rey forman para el 30 de abril de 1811 el primer congreso.

Ante esa división ideológica palpitando entre los más profundo de un poder público emergente. Bolívar la resuelve con sus históricas palabras pronunciadas en una reunión de emergencia para dirimir tal situación

No es que hay dos congresos. Lo que queremos es que esa unión sea efectiva, y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad, unirnos para reposar y para dormirnos en los brazos de la apatía; ayer fue una mengua, hoy fue una traición. Se discute en el congreso nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? Qué debemos comenzar con una confederación: Como si todos no estuviéramos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España: Que nos importa que España venga, o Bonaparte y sus esclavos, o que los conserven, si estamos resueltos a ser libres. Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. Que los grandes proyectos deben prepararse en calma –dicen: 300 años de calma no bastan. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana, vacilar es perder

El avasallante apoyo a esta idea se convertiría en la redacción y posterior firma del Acta de Independencia, avalada por unos 40 diputados, en los espacios del Palacio Federal Legislativo. Entre las colonias españolas de América este sería el primer caso de radical ruptura, y de invocación a principios como la igualdad de los individuos, la libertad de expresión y la prohibición de la censura. Su redacción estuvo a cargo del diputado Juan German Roscio y el secretario del Congreso, Francisco Isnardi.

Esa Declaración de Independencia tendría la aprobación cuasi unánime, pues no la tendría solamente de parte del diputado por La Grita, el padre Fernando Vicente Maya. Sí la firmarían los representantes de las provincias de Barinas, Caracas, Cumaná, Barcelona, Mérida y Trujillo. Tampoco se contaría con la total aceptación de todas las provincias venezolanas pues Maracaibo, Coro y Guyana se mantendrían fieles a la corona española.

Para el año 1812 ese fragor libertario se apagaría por la campaña de reconquista española; pero este terminaría trasladado a los campos de batalla, donde entre derrotas y victorias, se definiría la suerte de la República, que terminaría imponiendo su verdad.

Si bien los archivos del primer Congreso fueron desapareciendo en el transcurso de las guerras independentistas, los historiadores desde finales del siglo XIX se encargaron de investigar la fidelidad de las reproducciones del texto original, y mediante decreto del 19 de abril de 1900 firmado por Cipriano Castro se consideró oficial el que se publicó en El Publicista Venezolano, periódico de aquel primer congreso.

Hoy en día siguen las polémicas de que si la independencia se consiguió en plenitud o no, de que si el propósito real era la libertad y la democracia o solo se trataba de unas élites desplazando a las otras. Quienes aun consideran que el proyecto independentista sigue su marcha metaforizan económicamente sus enemigos o los ubican en determinadas naciones extranjeras (sean estas EE.UU, UE, Rusia o China), y lanzan argumentaciones bajo serias pruebas históricas y profundas reflexiones idelógicas, o, en determinados casos, solo alimentan el imaginario conspiranoico.

Freddy Omar Durán

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