La ‘pornografía’ puede afectar el cerebro
La pornografía siempre ha existido en nuestra sociedad; Sin embargo, aunque el consumo de pornografía no sea una cosa de ahora, no quiere decir que sea inocuo, y más si tenemos en cuenta cómo es ese consumo hoy día, más compulsivo y excesivo que nunca debido a la accesibilidad y anonimato que aporta Internet.
Y es que, hay muchas investigaciones que apuntan a que un consumo inadecuado de pornografía podría tener varios efectos negativos a nivel neurológico, efectos que se traducción también en problema psicológicos, sexuales y sociales.
Uno de principales peligros a los que nos exponemos si consumimos porno de manera excesiva es a convertirnos en adictos. Y es que, al igual que ocurre con la adicción al sexo o al juego, no hace falta exponerse a ninguna sustancia para que se produzca una adicción, pues los efectos sobre el cerebro son los mismos. Un estudio llevado a cabo en el Instituto Karolinska de Suecia concluyó que, al consumir porno, se libera un exceso de dopamina, una sustancia clave para el sistema de recompensa del cerebro.
La dopamina se segrega de una manera antinatural y excesiva provocando una hiperestimulación. Además, con el tiempo, el cerebro reduce su actividad en los centros de recompensa, lo que provoca que el cerebro necesite más dopamina para sentir el mismo efecto. Esto hará que el cerebro busque repetir la experiencia una y otra vez, como ocurre con las adicciones.
Además, para encontrar satisfacción, pedirá repetir esta acción y no otras, es decir, consumir porno en lugar de tener relaciones sexuales con otra persona, que pueden dejar de ser estimulantes y provocar disfunciones sexuales. Para lograr el mismo efecto, las personas tienden a buscar contenidos cada vez más fuertes y extremos, lo que puede traducirse en la vida real, en más episodios violentos o más tolerancia a estos, pues el cerebro está programado para, de alguna manera imitar lo que ve.
Un exceso de dopamina produce otros efectos en el organismo, como desórdenes cardiovasculares, renales, estomacales, endocrinos… y, como todas las adicciones, a la larga episodios de depresión y trastornos del estado de ánimo.
Un estudio llevado a cabo en el Centro de Psicología del Ciclo Vital de Berlín concluyó en 2014 que el consumo excesivo de pornografía afecta directamente al volumen de materia gris que tenemos en el lóbulo derecho del cerebro. La materia gris alberga el tejido neuronal relacionado con la inteligencia y, si esta se reduce, algunas funciones, como el aprendizaje y la memoria, podría verse afectadas.
Esta no es la única región del cerebro que se ve reducida en volumen debido al consumo excesivo de pornografía, también lo hace actividad de la corteza prefrontal, una zona del cerebro encargada de la función ejecutiva, que comprende la moralidad, la fuerza de voluntad y el control de los impulsos. Esta área del cerebro está poco desarrollada en los niños, por eso les cuesta más controlar emociones e impulsos, algo que volvería a ocurrir por un exceso de consumo de pornografía.
A medio y a largo plazo, sobre todo si se trata de adolescentes, cuyo cerebro está todavía en desarrollo, estas modificaciones morfológicas del cerebro pueden tener importantes repercusiones a nivel psicológico y social. Según apunta Rafael San Román, psicólogo de ifeel especializado en diversidad sexual y de género, la adicción a la pornografía desde muy joven “permite obtener un placer de una manera relativamente sencilla y con un coste, pues no tengo que esforzarme por conseguir una pareja sexual ni enfrentarme a las implicaciones de tener un encuentro sexual normal.
La mayor parte de las personas que consumen pornografía manejan esto con total normalidad, los problemas aparecen cuando la pornografía se convierte en la única fuente de gratificación”, asegura.
Este consumo excesivo puede llevar a distorsionar la realidad de lo que son las relaciones sexuales realmente, y desembocar en problemas de autoestima, pues “lo que ven les genera unas expectativas sobre lo que tienen que hacer o deben conseguir, expectativas que estarán en función de su capacidad para distinguir entre un contenido de ficción y la actividad sexual de la vida real”, asegura San Román.
Tener una autoestima minada “influye mucho en la manera de relacionarse con los demás, el estado de ánimo, el nivel de ansiedad y en situaciones sociales o de más carga afectivo-sexual en particular”, concluye.