Internacionales

Muere en Málaga Abdou Ngom, el migrante senegalés del abrazo que conmovió al mundo

Abdou Ngom tenía 29 años. Llegó a España buscando algo tan simple —y tan complejo— como una vida digna. Lo logró durante un tiempo: trabajaba como albañil en Málaga, enviaba dinero a su mujer y a su hija de apenas un año en Casablanca. Pero este sueño, tan precario como valiente, se rompió demasiado pronto. Abdou ha muerto esta semana, en silencio, lejos de su tierra y de los suyos.

Su historia no necesita grandes palabras. Ya conmovió al mundo con una imagen: la de un joven migrante exhausto, hundido en llanto en la playa del Tarajal de Ceuta, abrazado por una voluntaria de Cruz Roja. Era el 18 de mayo de 2021. Abdou acababa de llegar a nado desde Marruecos. Su hermano y él habían cruzado el espigón buscando un futuro en Europa. Pero al alcanzar la orilla, su hermano no reaccionaba. Y Abdou se derrumbó.

Fue entonces cuando Luna, una joven voluntaria, se acercó a él sin preguntar nada. Le rodeó con los brazos. Ese gesto sencillo, inmenso, quedó inmortalizado por la cámara de un fotoperiodista de la agencia EFE y dio la vuelta al mundo. La imagen se convirtió en símbolo de humanidad en medio del caos migratorio. Pero también desató una oleada de insultos y odio racista. Luna tuvo que cerrar sus redes. Abdou, sin entender nada, solo pudo decir: “No comprendo por qué la atacan”.

El viaje imposible

Lo devolvieron a Marruecos, como a tantos otros. Una “devolución en caliente” que denunció ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos con el apoyo de CEAR. El caso fue inadmitido. Su historia no encajaba en los márgenes del derecho europeo.

Pero Abdou no se rindió. Desde Casablanca, volvió a intentarlo. Ahorró 4.000 euros —una fortuna para él— y se subió a una patera rumbo a Canarias. Tres días y dos noches en alta mar. Hambre, miedo, frío. Llegó a Lanzarote. De allí, a Barcelona. Y finalmente, a Málaga.

Encontró cobijo en casa de Mbaye, un amigo que lo acogió como a un hermano. Trabajaba cuando podía. Se esforzaba. Soñaba. Enviaba lo poco que ganaba a Casablanca. Quería que a su hija no le faltara de nada.
“Ha sufrido mucho. Siempre me decía: ‘yo quiero que mi hija tenga todo’”, contó Mbaye a Radio Nacional de España.

Un final que nadie esperaba

Llevaba varios días encontrándose mal. No dijo nada. O no lo suficiente. Un amigo suyo, desde Almería, preocupado, pidió a otros conocidos que fueran a verlo. Cuando llegaron a su casa de Málaga, ya era demasiado tarde. Abdou había fallecido. Las causas aún no se conocen.

Su muerte, confirmada por Cruz Roja y CEAR, ha dejado una estela de tristeza y rabia. La periodista Ana Jiménez, quien siguió su rastro desde el primer día, lo recordó este viernes con un hilo en redes sociales:
“El sueño de Abdou solo ha durado ocho meses. En mi corazón estará siempre”, escribió. Y añadió:
“Detrás de cada nombre o número hay una historia de miseria, pero también de esfuerzo y resistencia”.

Un símbolo con nombre y apellidos

Abdou no era solo “el migrante del abrazo”. Era un joven huérfano que trabajaba de albañil en Senegal, que soñaba con ver un partido del Barça en el Camp Nou, que cruzó medio continente y el mar para que su hija tuviera un futuro. Que vivió, amó, luchó.

Su historia es la de miles. Pero su nombre, su rostro, su abrazo, pusieron humanidad a una realidad que muchos prefieren ignorar.
Ahora que ya no está, su imagen vuelve como un eco: no para conmover, sino para recordarnos que cada Abdou del mundo merece algo más que un sueño roto, informa Reuters.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba