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Nuevo gobierno afronta un difícil traspaso de poder en Israel

El gobierno del cambio, que marca el inicio de una nueva era en Israel sin Benjamin Netanyahu, ha sido recibido con expectación por parte de la población israelí, cansada de crispación, pero afronta el desafío de reconciliar una sociedad polarizada, aunar políticas dentro de una coalición tan diversa ideológicamente y recomponer la imagen del país en el exterior.

Los 27 ministros del nuevo Ejecutivo -encabezados por el ultranacionalista Naftali Benet- asumieron hoy sus respectivas carteras en ceremonias oficiales con sus antecesores, excepto el nuevo primer ministro, quien fue despachado en una breve reunión de menos de media hora por Netanyahu, destronado tras doce años consecutivos en el puesto después de que la Knéset (Parlamento) ratificara ayer, por un solo voto, este gobierno alternativo.

El portavoz de Benet confirmó a EFE que el encuentro previsto para una hora terminó a los 25 minutos, aunque no reveló detalles sobre lo abordado en la reunión de traspaso de poder, que tuvo lugar a puerta cerrada en la oficina del Primer Ministro, en vez de la tradicional ceremonia protocolaria -con discursos, foto oficial y asistencia de la prensa- que se suele celebrar en la residencia oficial, en la calle Balfour de Jerusalén.

Aferrado al cargo -que lo ha ocupado un total de 15 años (1996-99 y 2009-2021)-, Netanyahu prometió ayer una oposición férrea, desde donde aspira a reconquistar el poder, y no parece dispuesto a ofrecer una transición suave a su sucesor, un multimillonario religioso y ultranacionalista que creció a su sombra en las filas del Likud, pero luego formó su propio partido, Yamina, a la derecha de este.

Por ello, Netanyahu ha acusado a Benet de «traicionar» a los votantes de derecha al unirse a una amplia y diversa coalición que incluye partidos de izquierdas e incluso el árabe e islamista Raam, con el único propósito de destronarlo y acabar con una era política en Israel marcada por la crispación y las lealtades personales por encima del diálogo y las ideas.

Esa es una de las debilidades del flamante Ejecutivo, la disparidad de ideología y posturas antagonistas en temas sensibles como los asentamientos colonos en Cisjordania ocupada o el proceso de paz con los palestinos.

«Plantea dudas cómo puede sobrevivir un gobierno con tantas facciones que tienen poco en común. Eso lo hace frágil y vulnerable», advirtió Guy Ben-Porat, director del departamento de Política de la Universidad israelí Ben Gurion.

La nominación de Benet como primer ministro -en un pacto de rotación en el cargo a los dos años con el centrista laico Yaid Lapid- es otro signo de debilidad, a juicio de Ben-Porat, ya que éste solo cuenta con seis diputados de su partido, que representan menos del 10 % de los votantes.

«Debe proyectarse más allá de las ideas de su base de votantes desde el pragmatismo;  si no, condenará al gobierno al fracaso, lo que sería un suicidio de oposición a Netanyahu», indicó.

El presidente del Instituto para la Democracia Israelí, Yohanan Plesner, abogó por que el nuevo gobierno se centre en asuntos que no generan división, como «captación de inversión, transformación energética o infraestructuras», áreas que crearán empleo, darán estabilidad macroeconómica y reforzarán la visión de Israel como potencia en innovación, tecnología y seguridad, para construir sobre los aciertos de la gestión de Netanyahu.

De hecho, como señala la politóloga de la Universidad Hebrea Gayil Talshir, «en las últimas semanas Benet apela a la unidad nacional, ya no habla de derechas o izquierdas, y elude el tema de los asentamientos y Palestina».

«El gran logro de Netanyahu, según su propia visión, es haber convertido Israel, un país democrático y secular, en el Estado de los judíos. Es decir, Israel es hoy más judío y menos democrático. El nuevo gobierno debería reinstaurar los valores democráticos en los que se fundó Israel», apuntó Talshir.

Por ello, la analista consideró que la partida de Netanyahu -«cuya gobernabilidad se asentó sobre división, incitación al odio, demonización de la izquierda, y ataques a las instituciones democráticas del Estado y la justicia»- ofrece «nuevas oportunidades» para gran parte de la sociedad israelí, saturada de tanta crispación y polarización.

«El mayor reto del nuevo gobierno es sanar a la sociedad israelí», añade.

Una pieza importante en esa vocación conciliadora y de reconciliación nacional es el centrista laico Lapid, artífice del Ejecutivo del cambio y quien desde hoy es el nuevo Ministro de Asuntos Exteriores, hasta que herede de Benet la jefatura del Gobierno, en 2023.

«En los últimos años, Israel ha abandonado su servicio exterior, su presencia en la arena internacional, lo que debilitó nuestro posicionamiento en la comunidad internacional», señaló Lapid al asumir la cartera.

El nuevo gobierno se ha propuesto hacer de Israel un actor relevante en la comunidad internacional y recomponer su imagen en el exterior, muy dañada por culpa de las políticas de confrontación de Netanyahu hacia los palestinos y de las agresivas ofensivas militares contra Hamás en Gaza, con numerosas víctimas civiles colaterales, la última el pasado mayo.

«Más allá de la cuestión palestina, el gobierno debe lograr un buen entendimiento con la administración del presidente estadounidense, Joe Biden, y recuperar la confianza de los sectores críticos del Partido Demócrata», matizó Talshir, quien apostó por avanzar en los Acuerdos de Abraham a nivel regional para entablar lazos diplomáticos con otros estados moderados de Oriente Medio.

Agencia

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